Tenemos un problema. Bueno, tenemos varios. La pandemia nos trajo varios. Tomaré sólo uno. Hoy hablando con un líder de una organización me decía, “estamos en épocas de donde no podemos esperar, los cambios se suceden uno tras otro y a veces en forma paralela, adaptarnos es importante para generar valor o en el mejor de los casos no perderlo”. Esto es indudable, pensé. Continuó su discurso diciendo, “todo cambia muy rápido y todos debemos avanzar al mismo ritmo, no podemos detenernos a esperar a otros”.  Reflexioné. Es la teoría de Darwin, sólo sobrevive el que se adapta más rápido al cambio. 

En estos días de pandemia y confinamiento social, este discurso corporativo, parte de la premisa de que todos estamos en condiciones similares, como cuando nuestra vida laboral transcurría en una oficina, apartada físicamente de nuestra vida personal y familiar. Lo que evidentemente, ahora, no es real. Es claro que todos los colaboradores quieren que a la empresa le vaya bien y en ese sentido están comprometidos con su trabajo. 

Sin embargo, trabajar de manera remota, nos ha traído una serie de consideraciones como: ¿cómo lidiar con las labores domésticas mientras desarrollo mi trabajo profesional?, ¿a qué hora cocino para alimentar a mi familia o a mi mismo?, ¿hasta qué hora estoy disponible para trabajar?, ¿puedo honestamente permanecer conectado todo el horario de oficina?; ¿mi horario se ha extendido?, ¿cuántas horas realmente estoy trabajando para mi empleador?, ¿ siento que trabajo menos o más que antes del inicio de la cuarentena?, ¿cuántas horas le dedico al trabajo doméstico?, ¿me estoy adaptando al cambio tan rápido cómo mis demás compañeros? ¿existe una brecha generacional de adaptación en mi?, ¿cómo puedo adaptar mis horarios como madre a esta vorágine?; ¿cómo hago para atender a las personas a mi cargo mientras trabajo para mi empleador?, ¿me es posible avanzar a la par de todo el equipo de trabajo? o mejor, ¿es posible avanzar sin dejar atrás a alguno?.

Definitivamente, no tengo las respuestas para todas estas preguntas. Es más sólo podría hablar desde mi experiencia, lo que sí tengo claro es que hoy más que nunca la comunicación asertiva entre todos los colaboradores es vital, aunque a veces el momento no propicie esta asertividad. Y la asertividad no sólo pasa por hablar de forma clara, directa y sin herir susceptibilidades, sino que tiene una buena dosis de empatía y respeto por el otro.

Analicemos los mensajes que emitimos con lenguaje verbal, con acciones o incluso con la omisión de ellas durante este tiempo de pandemia. Recordemos que este es un buen momento para generar valor en la empresa, con relaciones humanas que trasciendan a un contrato y se llenen de lealtad y compromiso, como decimos, con trabajadores que sean camiseta, porque después de esto, todos recordarán quién avanzó a su propio ritmo, quien se quedó en la puerta viendo al que se quedaba atrás, quién les dio la mano a regañadientes para avanzar y quien la dio de forma legítima. Esta sin duda es la época perfecta donde los líderes naturales de la organización comienzan a formarse para guiarla durante los próximos meses o años.

Por Giuliana Kaneko La Rosa